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Museo Festival Folclórico Colombiano: un país reunido en una sola fiesta

Por: Óscar Viña Pardo
Comunicador Social Periodista
Tuve la fortuna de visitar Pasto este año, y una de las experiencias más enriquecedoras fue conocer su Museo del Carnaval. Un espacio vibrante que narra, con detalle y sensibilidad, la historia de esa celebración ancestral. Es un recorrido que despierta el deseo de asistir a los carnavales y deja en la memoria una huella imborrable de identidad y colorido.
Ibagué, como capital musical de Colombia y epicentro del Festival Folclórico Colombiano, merece un espacio similar. Lugares potenciales existen: el Panóptico, con su carga simbólica y su arquitectura imponente, o el amplio terreno del barrio Las Ferias, donde se realiza anualmente la feria del agro. Este último, hoy desaprovechado, podría transformarse en un polo cultural permanente. Pero esa es una discusión que merece su propia reflexión en otra columna.
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Nuestro festival tiene una virtud invaluable: es una manta multicolor que acoge la diversidad cultural de todo el país. Por supuesto, parte de lo propio —los matachines, los mitos y leyendas, los aires tradicionales como el rajaleña, las coplas, san juaneros o bambucos, y las danzas nacidas en cada rincón del departamento—, pero no se detiene allí. Se expande generoso, incorporando tradiciones de toda la geografía nacional.
Imagino en ese museo un pabellón para el Carnaval de Negros y Blancos, otro para la Feria de Manizales, uno más para la de Cali, el de las Flores en Medellín, y por supuesto, para el Carnaval de Barranquilla. Cinco celebraciones que por sí solas merecen monumento, pero que juntas en un solo recinto ofrecerían un retrato completo de lo que somos como nación: un pueblo que celebra, que canta, que baila, que se reconoce en su diversidad.
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Ojalá entendamos que el folclor no se reduce a mayo y junio. Que este museo se convierta en un espacio vivo, de encuentro constante para artistas locales y visitantes, un lugar donde el alma del Tolima y de Colombia se exprese todo el año. Porque si algo tenemos como tolimenses es una tierra fértil en talento, generosa en tradición, y abundante en ese espíritu fiestero que nos hace únicos.
No lo había pensado, pero el Conservatorio del Tolima también podría ser su padrino.
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