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Elegía a Dayanna Guayabo

Elegía a Dayanna Guayabo

Por: Juan Sebastian Giraldo Guzmán


“Han sido días turbulentos para el gremio”, le escribía a un colega, ayer. “Horribles”, respondió de inmediato. Hoy, un día fatídico, funesto, desolador, de esos que lo rompen a uno en mil pedazos sin promesa alguna de volver a armarse. Dayanna se ha ido.

Hoy, al igual que los últimos tres días, ha sido un día de mucho llanto, atravesado constantemente por los recuerdos, que adoptan la forma de risas, canciones, secretos, promesas e historias. Unos recuerdos ridículamente cercanos que en circunstancias normales uno no debería extrañar tanto, pero que ante la inminente muerte se agigantan por la certeza de que no volverán.

Hace solo quince días nos tomamos la última cerveza, una Club roja afuera de su casa, (no tomó más de dos por una gastritis que le aquejaba). Hace solo una semana, nos vimos por última vez, la acompañé a comprar pañales para el babyshower de una de sus amigas más queridas. El lunes, me envió el último mensaje, el babyshower se alargó y se quedó con sus compañeros y amigos, departiendo. Hace doce días, Dayanna escribía una nota sobre mí; hoy, escribo sobre ella.

“Sebas, me están funando en Tiktok y no quiero hacerme conocida por las razones equivocadas”, me confesó el viernes, producto de un error de interpretación de algunas personas en un video que había grabado. Una conversación, en su momento, jocosa, pero que tras los lamentables sucesos ampliamente difundidos en medios locales y nacionales tomó relevancia y, en parte, me impulsó a escribir este texto.

No sé si morir sea una “razón equivocada”, pero me gustaría que en esta lucha que como personas emprendemos contra el olvido, a Dayanna no se le recuerde por ser una periodista que murió joven, sino por su infinito cariño con su profesión, su amor por contar historias y por ser un buen ser humano.

Dayanna trabajaba todo el día, todos los días. Grababa, editaba, recibía denuncias, entrevistaba y preparaba noticiero. Redactaba muy bien y estaba orgullosa de ello. Escribía historias cada domingo, sobre emprendedores, artistas o vendedores ambulantes. A veces me pedía que la acompañara a buscar historias. “¿Qué semáforo nos falta?”, le respondía yo, bromeando.

Dialogamos mucho sobre las dificultades que implicaba recibir denuncias ciudadanas, pero ella las obviaba e insistía en que era lo que amaba pues era la forma más eficiente de ayudar a las personas. Ese misma filantropía era la que la impulsaba a escribir historias.

Leí en una de las notas sobre su desceso que era una muy buena compañera, sin egos o envidias, y puedo asegurar que es cierto, de primera mano. Dayanna se sentía orgullosa de sus compañeros, constantemente elogiaba el trabajo de Natalia y Andrés en El Irreverente, así como el liderazgo de Duver. Como adenda sobre su profesionalismo y pasión, quiero traer a colación una de sus sonrisas, una que estuvo presente todo el tiempo mientras me contaba que Duver la había puesto a cargo del noticiero mientras él salía de viaje y que sentía como un reconocimiento a su trabajo.

Fue una persona profundamente sensible, el periodismo se convirtió por largos periodos en su escape emocional, en el motivo por el cual no se devolvió definitivamente a su amada Dolores. No solía estar mucho tiempo en casa, cuando lo hacía, se refugiaba en su cuarto junto a su perro y dejaba salir a flote su personalidad introvertida para enfocarse en ella misma.

Al verla, era fácil perderse en sus ojos, sumamente distinguibles de los de cualquier otro. Hace poco, tomaba una línea de una película con la que pensé en ella (y se lo escribí): “Este niño tiene un arcoíris en los ojos, probablemente escucha la voz de los dioses”. Le hizo feliz el mensaje y hoy me alegra bastante haberlo escrito.

Carolina Cabrera, la última persona que protagonizó una de sus historias, escribió en sus redes: “No es necesario mucho tiempo para detectar un buen ser humano”. Sé que muchos, en medio de esta tristeza, sienten lo mismo. Y no se equivocan. Dayanna era un buen ser humano y me gustaría que se le recordara así, que en esa lucha contra el olvido estén su bondad, su trabajo, su amor, su profesionalismo, sus ojos y sus historias.

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