Por: Jhenifer Rodriguez 

Daniel Cubides fue un joven de Purificación - Tolima que durante los últimos meses de su vida enfrentó un agresivo cáncer de tórax, el cual avanzó con rapidez y afectó su pulmón izquierdo. Mientras su salud se deterioraba, su madre, Milvia Niño, emprendió una lucha marcada por clínicas, hospitales  y despiadados trámites burocráticos en busca de una cirugía que nunca fue autorizada. 

Ante la imposibilidad de operarlo en Colombia, Milvia tomó la decisión de viajar con su hijo a México, donde sí podía ser intervenido. Para lograrlo, la familia reunió aportes de vecinos, conocidos y personas de todo el país que se solidarizaron con su historia, difundida a través de redes sociales.

Exjugadores del Deportes Tolima, ciudadanos de distintas regiones y muchas personas que nunca lo conocieron se sumaron para aportar dinero y enviar mensajes de apoyo. Cada contribución sostenía el esfuerzo de Milvia, quien narraba desde redes sociales su lucha con Daniel, un joven esperanzado que se aferraba a la vida.

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En México, Daniel fue sometido a varios procedimientos, y durante algunos días los mensajes que su madre compartía mostraron un leve alivio: él parecía responder. La solidaridad no se detuvo.

Milvia, compartía las pequeñas señales que le daban esperanza: una mirada, un movimiento, un cambio en la respiración. Era una lucha diaria sostenida por la determinación de una madre y por la respuesta de una comunidad que se negó a ser indiferente.

El 16 de noviembre, sin embargo, las actualizaciones se detuvieron. No hubo más videos ni reportes. El silencio marcó el momento en que algo había cambiado. Fue la hermana de Milvia, Yurany Niño, quien comunicó la noticia que la madre no tenía fuerzas para pronunciar: Daniel había muerto. Su cuerpo, después de semanas de dolor y resistencia, no pudo continuar. La familia publicó un mensaje en el que agradeció el apoyo recibido y reconoció el esfuerzo con el que Daniel enfrentó cada día.

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La muerte del joven dejó a Milvia profundamente devastada. Según relató su hermana, la madre no encuentra consuelo ni palabras. Tras meses de acompañar a Daniel entre hospitales, trámites, viajes y procedimientos médicos, su silencio refleja el impacto de una pérdida que desarma cualquier fortaleza humana. 

La historia de Daniel permanece como un recordatorio de las dificultades que viven muchas familias cuando una enfermedad avanza más rápido que las respuestas institucionales, pero también como testimonio del amor y la determinación de una madre.

La solidaridad que los rodeó mostró la capacidad de una comunidad para unirse ante la adversidad. Aunque Daniel murió lejos de su hogar, lo hizo acompañado por el esfuerzo colectivo de quienes soñaron con verlo recuperarse y hacer su vida.