Por: Oscar Viña Pardo

Poco a poco, los hinchas fueron llegando a la cita en la carrera Quinta con calle 42. Camisetas nuevas y antiguas se mezclaban en un mismo sentimiento, demostrando por qué el Deportes Tolima se ha ganado, con historia y constancia, el respeto de todo el país. Hoy, nadie duda de que es uno de los equipos grandes del fútbol colombiano. 

Los medios nacionales reaccionaron de manera positiva ante este banderazo, similar al vivido en Barranquilla cuando su hinchada respaldó al equipo tiburón. Una muestra más de que el fútbol es pasión, identidad y fe. De esa fe que no se rinde, que cree incluso cuando las estadísticas parecen dictar otra historia, y que recuerda que en este deporte —y en la vida— los milagros existen y nadie tiene la última palabra, solo hasta cuando suene el pitazo final. 

Quienes tuvieron la oportunidad de vivir este encuentro con el equipo se llevaron un recuerdo imborrable. Una fanaticada vestida de oro y vino tinto, azul celeste y rosado, llenó la noche de color y emoción con ese escudo de tres estrellas. La pólvora fue apenas un detalle frente a tanto amor por el equipo de la tierra, frente a esa energía que solo se siente cuando se cree de verdad. 

Las cifras pueden decir que es difícil. La fe, en cambio, dice que es posible. Y la fe, cuando es colectiva, mueve montañas. Esta noche, en la gran final, se conocerá al nuevo dueño de la estrella del fútbol colombiano. Darle la vuelta al marcador no es un sueño imposible: se cree, se puede. Esta noche Ibagué, el Tolima entero y buena parte del país cantarán el Bunde con más fuerza que nunca. 

Al final, solo queda un deseo compartido: que la estrella vuelva a ser nuestra, que la fiesta del fútbol se viva en paz y que quienes asistan al estadio disfruten cada minuto, así como lo haremos muchos desde distintos rincones de la ciudad, reunidos frente a una pantalla, con el corazón latiendo al ritmo del balón. 

Si el Tolima se corona campeón, no será la primera vez que la estrella se celebre en el coloso de la 37, pero sí será una más para la memoria, una más para reafirmar que este equipo sabe levantarse y creer. Y no quiero imaginar cómo amanecerá Ibagué ese 17 de diciembre. 

Que viva la fiesta del fútbol. 

La fe está intacta.