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Una niña de 10 años logra que la Corte Constitucional anule las visitas con su progenitor
Una niña de 10 años logra que la Corte anule las visitas forzadas con su progenitor.
La sentencia T-350 de 2025 emitida por la Corte Constitucional ha marcado un hito histórico en Colombia porque amparó los derechos de una niña de 10 años que interpuso por sí misma una acción de tutela, alegando que no fue escuchada en el proceso judicial sobre las visitas de su padre biológico.
El caso inició cuando un Juzgado de Familia aprobó un acuerdo de conciliación entre los padres de la menor, fijando visitas cada quince días. Sin embargo, en el trámite judicial no se tuvo en cuenta la opinión de la niña, pese a que los informes psicológicos advertían sobre la falta de vínculo afectivo con su progenitor y el impacto emocional negativo que le generaba la obligación de verlo.
La menor alegó vulneración de sus derechos fundamentales a la libre expresión y a ser escuchada. Aunque el Tribunal Superior negó inicialmente la tutela, la Corte Constitucional concluyó que el juzgado incurrió en defectos fáctico y sustantivo al no valorar las pruebas ni aplicar el principio del interés superior del menor.
En consecuencia, la corte dejó sin efectos el acuerdo de visitas y ordenó que cualquier nueva decisión garantice la participación real de la niña, con acompañamiento profesional y respetando sus tiempos y sentimientos.
Este caso llama a una reflexión sobre la “adultocracia”, un concepto que describe cómo la sociedad suele tratar a los niños como si fueran simples receptores pasivos de decisiones, obligados a obedecer y callar, sin que su voz sea reconocida en procesos legales que directamente les afectan. En este fallo, la Corte subrayó que los sentimientos y percepciones de los niños, niñas y adolescentes deben ser tenidas en cuenta de manera seria y vinculante.
La sentencia marca un precedente en la jurisprudencia colombiana al reafirmar que los menores son sujetos plenos de derechos y que cualquier decisión judicial debe incorporar su perspectiva, reconociendo que no basta con protegerlos “desde afuera”, sino que es fundamental escucharlos y darles un lugar en la construcción de su propio bienestar.
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