Periodismo de análisis y opinión de Ibagué y el Tolima

Actualidad

¿Si fue Andrés Pastrana, por qué yo no?

¿Si fue Andrés Pastrana, por qué yo no?

Por: Facundo Malaver


Rodolfo Hernández en aquella ocasión creyó que era una sentencia que le atribuía la potestad de poder ser Presidente de Colombia y no sabía que estaba escribiendo el lema filosófico de la política contemporánea.

La más reciente encuesta Colombia Opina #19, realizada por Invamer para Noticias Caracol y Blu Radio, volvió a revelar la radiografía de un país que respira política como si fuera un aire enrarecido, inevitable y necesario. El estudio consultó a 3.800 personas en 148 municipios entre el 15 y el 27 de noviembre de 2025 y, como en todas las vísperas electorales, volvió a surgir la pregunta sencilla y brutal, “Si las elecciones fueran el próximo domingo, ¿por cuál candidato votaría usted?”. La respuesta dejó un tablero donde, como siempre, unos avanzan, otros retroceden y varios flotan en un limbo estadístico.

Hoy existen 117 candidatos inscritos a la Presidencia de la República, que piensan en esa frase como la patente para aspirar a dirigir los destinos de la nación y se preguntarán:“si Rodolfo casi gana, ¿por qué no hago el intento? Si Gaviria lo fue sin votos, ¿por qué privarme del gusto? Y otros afirman que su intención es bíblica: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis”.

La reciente encuesta de Invamer, presentada por algunos comentaristas, nos recuerda que este frenesí tiene muy poco de democrático y mucho de vanidad. El país entero se reduce, con la contundencia del número, a tres posibilidades reales y una multitud de aspirantes que cambian de partido como quien cambia de sombrero en unas fiestas de San Pedro en El Espinal.

Pero los columnistas políticos de la prensa nacional se limitan a recitar porcentajes que llevan a los lectores a sentir que no están leyendo análisis político, sino la tabla nutricional de una caja de cereal: 31,9 % de Cepeda; 18,2 % de De la Espriella; 8,5 % de Fajardo… y allí termina el entusiasmo, sin una palabra sobre el huracán silencioso de la insignificancia que representan los demás.

Porque ahí están, en fila india, los candidatos de utilería:

4,2 % Miguel Uribe, quien renunció a su precandidatura después que en el CD le quitara el aval dizque por haber pedido cupo en la campaña de Abelardo de la Espriella; 4,1 % Claudia López; 3,7 % Vicky Dávila; 2,9 % Pinzón; 2,1 % y Vargas Lleras; y Juan Manuel Galán con 1,6 %.

Todos juntos no llenan las escaleras de la Plaza de Bolívar en un jueves de lluvia. Pero exigen escoltas, cámaras, entrevistas, blindajes, caravanas y un reconocimiento que ni sus propios electores les conceden.

El país paga ese teatro con puntualidad franciscana.  Mientras la maestra de un pueblo amenazado sube al aula sin vigilancia y el campesino baja de la montaña con el miedo vivo en el pecho, ciertos aspirantes con el 1 % desfilan en camionetas de alta gama, y sus escoltas paran el tránsito para que pase el carro del candidato y sus escoltas.

Y detrás de ellos avanzan los partidos fantasmas, resucitados cada cuatro años con un maquillaje nuevo, la ASI y ADA sobreviviendo por milagro; Opción Ciudadana disfrazada; el Verde Oxígeno que resurge cada cuatro años para evaporarse y que ni es oxígeno ni es verde. Son micro-movimientos que existen solo para cobrar reposición de votos y posar en redes sociales. Es la procesión de los muertos vivientes de la política de que habla Greg Garret.

La reciente encuesta de Invamer, si se mira sin apasionamientos, muestra un país que ya repitió este libreto; el progresismo con un piso firme y la oposición fragmentada, pero que terminará donde Abelardo de la Espriella o Sergio Fajardo, por intereses políticos.

El centro continúa desvanecido en esa tibieza que lo condena al olvido, y sus líderes ya no suscitan emoción alguna en el electorado, así algunos comentaristas quieran hacer aparecer a Sergio Fajardo como la opción presidencial en la segunda vuelta.

La actual política es un 2022 repetido, pero con nuevos actores y el mismo público. Y, sin embargo, en medio de esta tragicomedia, los aspirantes sin votos siguen citando la frase de Rodolfo como si fuera un poema épico: “Si fue Pastrana, ¿por qué yo no?”

Porque aquí cualquier ciudadano cree tener una cita con la historia, aunque la historia ni siquiera lo tenga registrado en su agenda. Por eso es necesario hablar con franqueza; un país serio no puede financiar el delirio de quienes creen que la Presidencia es un accesorio para completar su identidad. Sin umbral no hay partido; sin votos no hay escoltas; sin representatividad no hay por qué cargar al Estado con el peso muerto de sus aspiraciones.

Colombia podría, sin violar derecho alguno, elevar los requisitos de postulación para el ejercicio del cargo de Presidente de la República, y no solo ser colombiano y tener 30 años de edad. Para las inscripciones por firmas se requiere que sean con biometría y no en una plaza o un bus con el solo requisito de la firma. Deben ser partidos con vida orgánica y no simples marcas diseñadas para vender avales, que sean verificables para vigilar su financiación.

Se debe endurecer la verificación de avales y, a los partidos que ofrecen avales sin control, ejercerles auditoría por parte del CNE y el establecimiento de pólizas de garantía de devolución de dineros si no alcanzan cierto nivel de organización y votación.

Merece, al menos, que quienes sueñan con gobernarla entiendan que el poder no es un derecho de la vanidad, sino un honor que se conquista primero con capacidad de dirigir y luego al llegar al corazón del pueblo, y solo después en el tarjetón.

Mientras tanto, ahí siguen los 117 candidatos presidenciales desfilando como comparsa electoral, convencidos de que la frase de Rodolfo es una profecía. Pero, aquellos con menos del 10% de la intención de voto se acomodarán pronto en el progresismo o la derecha y desaparecerán como volátiles espumas hasta una próxima elección.

Siguenos en WhatsApp

Artículos Relacionados